Voy a intentar aportar un poco de luz a la dicotomía, que en ocasiones enfrentamos, entre Propiedad Intelectual y el acceso a la información que representan las bibliotecas.
No en vano nos encontramos en la era de la globalización, de la comunicación, de Internet y la implantación de las nuevas tecnologías en prácticamente todos los ámbitos de nuestras vidas. Existe una exaltación de la libertad de información, libre difusión y el libre acceso a esa información.
La democratización de la cultura no es más que eso: la posibilidad de que todo el mundo, independientemente de su condición social, económica o cultural, tenga acceso a los productos culturales, y, por supuesto, también a la información.
El lugar más indicado para tener acceso a esa información de manera gratuita son las bibliotecas. Centros de recolección, depósito, conservación y difusión del patrimonio cultural.
El dilema surge cuando chocan dos derechos: el derecho al acceso al conocimiento y el interés público general; y los derechos de autor y la Propiedad Intelectual.
¿Constituye la Propiedad Intelectual un freno al acceso general de la cultura? Pienso que no, que es precisamente una herramienta de estímulo para la creación y difusión de contenidos. Por otro lado, también pienso que deben conciliarse los dos ámbitos y encontrar un lugar común en que no se menoscaben los derechos de autor, pero tampoco se limite el derecho de acceso al conocimiento.
La pregunta entonces es, ¿cómo conciliar la explotación comercial con el acceso a la información?
Estableciendo un balance de los intereses privados de autores, artistas y la industria productora, y de los intereses públicos, en este caso usuarios de las bibliotecas. Creo que ese equilibrio tiende a ser imperfecto e inestable, debido al avance de las nuevas tecnologías.
Las bibliotecas deben esgrimirse como puntos de referencia para mantener ese equilibrio entre los derechos de los usuarios, los derechos de autor y Propiedad Intelectual.
Mi opinión es que deben ser las bibliotecas las poseedoras de la responsabilidad de proteger los derechos de autor y servir a los ciudadanos como centro de información y conocimiento, amparadas por las leyes, lógicamente. Hay que dotar de una legislación adecuada para proteger la misión de las bibliotecas y que ningún derecho pueda ser menoscabado o vulnerado.
Debemos lograr alcanzar la premisa que ya nos dejó Francesco Carnelutti: “Conciliar lo inconciliable es el eterno drama del derecho”.
David Casado